Si me hubieran dicho hace años que las televisiones se llenarían de concursos de cocina, no me lo hubiera creído. Con Carlos Arguiñano yo ya estaba servida y además hace cocina de verdad, no experimentos culinarios. Ahora resulta que la gracia está en utilizar la mayor parte de elementos dispares en cada plato, para luego hacer una cantidad rídicula de comida con un sabor indefinible. Y luego, eso sí, ponerle un precio desorbitado. Cuando ya deberían saber que, desde que se inventó la tortilla de patatas y el bocata de calamares, nada ha podido mejorarlo. Para colmo meten a niños en el juego con cuchillos afilados para darle más emoción al asunto.
Y lo triste del caso es que mucha gente está encantada con el fenómeno, igual que cuando les ofrecían famosos haciendo saltos de trampolín. El caso es dar espectáculo: pan et circenses. A mí estos programas me aburren soberanamente y hasta me quitan el hambre. Lo peor es tener que aguantar además el ego de los concursantes y los jurados. Pero de eso se trata precisamente, de humillar al contrario; de manera que no sólo están creando una cocina ridícula sino que además alimentan los bajos instintos del público. Toda una receta de éxito, pero no la utilicen para intentar aprender a cocinar, porque eso es otra cosa.
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sábado, 3 de octubre de 2015
Programas de cocina
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Hola. soy nefasta en la cocina y no puedo entender el éxito de los cientos de programas que emiten en la tele sobre esos temas. Tampoco me creo que la gente tenga tiempo y ganas de preparar esos platos que no parece ni comida. Lo de humillar a los concursantes ya es otro tema... la gente se presta a todo... seguimos en contacto
ResponderEliminarLa humillación es desagradable. No sé cómo a la gente le gusta. Un beso.
EliminarLa cuestión es que nadie lea (ni siquiera una receta) sino entretener, porque de enseñar algo, poco. Vi una que se hizo en Chile y no vería otro, como tú bien dices, de aprender a cocinar, nada.
ResponderEliminarA mí tampoco me entretienen. Un beso.
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