lunes, 28 de septiembre de 2015

Cataluña: Por sus frutos los conoceréis

LOS JARDINEROS DEL ODIO

JUAN MANUEL DE PRADA
Este resorte del odio no ha sido disparado por casualidad, sino que ha sido una obra minuciosamente sembrada y cultivada
El resultado de las elecciones autonómicas catalanas nos confirma que la siembra del nacionalismo catalán ha rendido sus frutos venenosos; y que la senda que conduce al desmembramiento de España esta cada vez más expedita. Estas elecciones han sido, sin duda alguna, esa «gran sacudida» provocada por el odio a la que se refería el gran poeta Joan Maragall cuando escribía: «El desamor es la levadura popular del catalanismo, lo más sentido por la masa (…). Su resorte está en el odio (…). Este resorte, tocado hábilmente a tiempo o disparado por casualidad, producirá una gran sacudida». Naturalmente, este resorte del odio no ha sido disparado por casualidad, sino que ha sido una obra minuciosamente sembrada y cultivada, tal como afirma otro catalán ilustre, Prat de la Riba, quien reconocía sin ambages que extirpar del alma catalana el amor a España es una obra nacida del odio.
 
Pero que el nacionalismo siembra el odio en las masas es algo requetesabido. Conviene recordar en esta noche de oscuros presagios, sin embargo, que ese odio ha tenido unos jardineros que han mimado su planta venenosa, regándola amorosamente, abonándola con solicitud y mimo, para que pudiera florecer y brindar los frutos pútridos que hoy saboreamos. Y esos jardineros del odio fueron, en primer lugar, los llamados «padres de la Constitución», que se sacaron de la manga aquel término ambiguo y desquiciado de «nacionalidades» y urdieron un régimen autonómico sin ningún anclaje en nuestra tradición política, con el único propósito de sobornar a los nacionalistas e incluirlos en el llamado «consenso democrático» (que, como se sabe, es el lugar de encuentro de la gente sin principios). Y, tras estos padrecitos constitucionales, hemos de citar como jardineros conspicuos del odio a los sucesivos presidentes del Gobierno español, tanto socialistas como populares, que para mantenerse en la poltrona (o por debilitar al adversario) se han conchabado con el nacionalismo, dejándole hacer lo que le saliese del mimi en Cataluña a cambio de apoyo en Madrid. 
 
Entre estos jardineros del odio hay que nombrar, por supuesto, al adán de Zapatero, que muy neciamente afirmó que apoyaría «la reforma del Estatuto que aprobase el Parlamento catalán». Pero también a Aznar, que mientras hablaba catalán en la intimidad y desbarataba la sección catalana de su partido, aprobaba la inmersión lingüística, permitía que se multase a quien rotulase en catalán, favorecía que la Guardia Civil y la Policía Nacional fuesen apartadas de Cataluña y terminaba de entregar las competencias educativas a los nacionalistas. Y no podemos olvidarnos, por supuesto, de Felipe González, que fue el que empezó a entregar tales competencias; y el que impidió que Jordi Pujol fuese investigado por el escándalo de Banca Catalana, para que pudiese seguir robando rubias tranquilamente y poniéndoles piso en Andorra, mientras la planta del odio crecía lozana en Cataluña. Que últimamente un articulejo mediocre del nefasto González haya servido como «argumentario» contra la secesión de Cataluña e inspirado las loas más grotescas da una buena idea del estado de postración en que se hallan nuestras (risum teneatis) «élites intelectuales».
 
Ahora que el odio ha provocado en Cataluña aquella gran sacudida avizorada por Maragall conviene recordar a todos aquellos jardineros que, desde las poltronas de gobierno, sacrificaron el futuro de España a cambio de poder satisfacer sus ansias cortoplacistas de poder. En cualquier nación civilizada estos jardineros del odio habrían tenido que exiliarse; aquí son tratados como grandes próceres de la patria.
 .abc.es/historico-opinion/index.asp?ff=20150928&idn=1622076216480

2 comentarios:

  1. Hola. es un artículo muy completo sobre el origen del problema catalán y como todos los mandatarios 'ayudaron' para llegar a este final que no terminará aquí. Si hace unos años me hubieran contado esta realidad social no me la hubiera creído... estoy perdida...

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