miércoles, 13 de enero de 2016

Vaciando la casa

Hoy he ido otra vez a la antigua casa de mis padres que ya tiene nuevos dueños. Cada vez que entro salgo con mil cosillas innecesarias que me da lástima dejar allí. Ya quedan pocas cosas. Me he llevado algunos muebles y algunas fotografías. Mis hijas cogieron unos libros y unos cojines. Mi marido un escaner y algo de música. También he rescatado un par de plantas. Yo me llevaría todo con tal de no tirar nada porque me parece una falta de respeto a mi familia. Ya sé que sólo son cosas y es una tontería pero no puedo evitar sentirlo así. Me duele pensar que me quedaré con las llaves pero ya nunca más podré entrar a esa vivienda.

Otros andarán por allí. Harán obras, meterán muebles y estará irreconocible. Otras personas la habitarán y harán suyos los rincones y las vistas. Sus recuerdos convivirán con los nuestros en el mismo espacio pero nada volverá a ser igual. Tengo la suerte o la desgracia de no recordar apenas sobre mis primeros años de vida. Ahora aquello que me lo recordaba ya no nos pertenece. Pero la vida sigue. Intento llevarme la mayor cantidad de cosas posibles que puedo atesorar pero ya se me está acabando el espacio. Tengo que resignarme a la idea de que es imposible conservar el pasado, pero me está costando.


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