Me he pasado diez días seguidos con un dolor de cabeza insoportable. Afortunadamente tengo una pastilla que me lo quita más o menos, pero me deja mareada. Tengo que volver al neurólogo a ver si me encuentra alguna solución. Llevo unos cinco años con las migrañas y más de veinte con dolores de piernas circulatorios, pero no me quieren operar de varices porque dicen que no es para tanto. A mí los médicos nos suelen tomarme en serio. Se ve que tengo cara de exagerada. Tampoco me creían cuando tuve gastritis y no podía comer. Ni cuando la diverticulitis. Me decían que era estreñimiento. Así que tampoco confío mucho en que me curen esto.
De todas maneras, estoy acostumbrada al sufrimiento, físico y emocional. Me he pasado la vida sufriendo, con o sin razón, a veces sin saber de quien era la culpa o si eran imaginaciones mías. He sufrido por mi familia, mi marido, mis hijos, mis mascotas. También por cuestiones que no están en mi mano como el aborto, el hambre, las enfermedades. Ahora sufro por los cristianos perseguidos en oriente. Eso no quiere decir que no sea feliz la mayor parte del tiempo, aunque suene contradictorio. La felicidad es un estado general y el sufrimiento algo temporal, aunque a veces se alarga tanto en el tiempo que parece permanente. Se puede ser feliz y no estar alegre.
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