Se trata de una enfermedad rara en la cual el organismo no tiene suficiente colágeno. Esto afecta especialmente a la piel y las articulaciones. Yo la padezco. Me enteré hace muy poco. Desde pequeña estaba acomplejada por no ser capaz de correr como los demás niños, ser menos ágil, más torpe, más débil. Me hubiera consolado mucho saber que no era mi culpa sino mi condición, pero en fin, más vale tarde que nunca. Mis múltiples achaques vienen provocados en su mayoría por la falta de colágeno: la mala circulación, los dolores de espalda, las luxaciones, los problemas de vista e incluso el cansancio y la depresión. Pero sólo un médico dio con el diagnóstico hace años.
Con la edad y los embarazos naturalmente todos los problemas han ido saliendo a la luz. De pequeña me dolían las piernas pero no se me veían las varices todavía. Ahora tengo una larga lista de diagnósticos y tratamientos. Pero mientras no sea nada grave no me queda más remedio que aguantarme. Algunos médicos incluso, cuando les digo lo que me ocurre, me miran como si estuviera loca porque no conocen ese tema. Así que me he conformado con saberlo yo. No hay cura. Al menos ahora llevo mis dolores con más resignación. Cuando era niña no entendía por qué todo me tocaba a mí y nadie me hacía caso.
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