viernes, 13 de mayo de 2016

La casa del pueblo

Tengo una casita en un pueblo con un pequeño huerto. Sembré unos pimientos y berenjenas pero no me salía nada en los semilleros. Ahora me han salido todos a la vez y me temo que tengo demasiados, pero bueno más vale que sobren que no que falten. Además los tomates los he comprado en planta porque el año pasado me salieron buenísimos. Tuve varios kilos de cosecha. Este año no son de la misma especie así que veremos a ver cómo resultan. Así que ya tengo otra vez la huerta en marcha. Nos encanta ocuparnos del campo. Sobretodo a mi marido que se pasa el día cavando. Hemos descubierto los placeres primarios.

Desde siempre nos había gustado convivir con la naturaleza pero, como no somos de pueblo, sólo podíamos ir de excursión. Ahora que tenemos casa podemos disfrutar de eso que llaman Low life, de pasar los días caminando y viendo crecer las plantas, comer tranquilos y echarnos la siesta. Todo ello lejos de las prisas y los agobios de la vida diaria. Hemos ganado en calidad de vida. Además hacemos más ejercicio que antes y comemos más sano gracias a nuestra huerta. Es muy aconsejable tener una casa en el pueblo, mejor si no tienes que comprarla. Y si además tienes familia que visitar mejor todavía. Son unos afortunados.

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