Parece algo muy obvio pero no lo es. Yo a veces hago un ejercicio: miro a una persona anciana e intento imaginármelo como un niño, un joven, alguien de mediana edad que sin duda fue. Es muy difícil. Tendemos a ver a la gente sólo como es ahora como si hubieran nacido así. Existen fotografías de su juventud pero, como son en blanco y negro y están borrosas, parecen dibujos. Cuesta pensar que ese anciano que se apoya en el bastón fue un joven intrépido que una vez besó a una chica a escondidas, fue a la mili, aprendió un oficio, se casó y tuvo hijos, y finalmente conoció a sus nietos. Sin embargo, todos acabaremos así, con suerte.
Yo misma todavía tengo la impresión de vivir mis veinte años, cuando ya han pasado casi treinta más. Me sigo sintiendo como esa jovencilla que salía al mundo por primera vez. Me asusta pensar que antes de darme cuenta también seré una persona mayor y la gente me mirará, y sólo verá lo que soy y no lo que fui. Creo que todos tendríamos que hacer un esfuerzo por ver a los demás en su esencia y no dependiendo de los años que llevan dando vueltas al sol. Cuesta mucho, pero deberíamos pensar que esa persona fue como nosotros, con nuestras mismas alegrías y preocupaciones, y que algún día nosotros seremos como ellos.
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El otro día en misa en el pueblo hice un ejercicio de imaginarme a las ancianas de niñas jugando juntas en el patio del colegio; luego en el baile con sus novios; casadas con niños pequeños; y finalmente ahora, casi todas viudas, reunidas otra vez como en el colegio. Fue bonito.
ResponderEliminarEs un excelente ejercicio el que propones. Así podríamos ser más solidarios y comprensivos con los ancianos. Nosotros algún día querremos que nos traten con cariño. Por mi parte me he propuesto eso, no temer a la vejez y tratar con especial amabilidad a los mayores.
ResponderEliminarDios nos ayude.
Hay que dejar de verlos sólo como ancianos. Un beso.
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