Lo que hay en nuestra sociedad es mucha tontería de niño malcriado. Digamos que la culpa es nuestra porque, en los años de las vacas gordas atábamos los perros con longaniza. Estamos en el periodo más largo de paz de la historia de Europa (toco madera) y nos hemos malacostumbrado. La gente pensaba que todo sería ganar más y mejor, y se dedicaron a cultivar el ocio en lugar del conocimiento. Para ello nada mejor que bajar el nivel educativo para que todos tengan su título, y sustituir los libros por los jueguecillos electrónicos y las juergas con alcohol. No exagero nada. He visto niños de catorce años borrachos.
Ahora nos encontramos con el problema de que esos no tan niños, ya jovencillos, no sólo no tienen preparación laboral sino que tampoco tienen una cultura general básica. Así son presa fácil de vendedores de ungüentos mágicos que les ofrecen nada menos que mantener su nivel de vida sin ningún esfuerzo. Hay jóvenes preparados pero son minoría y muchos han emigrado ya. Los que quedan no están dispuestos a renunciar a tener una casa, un coche y unas vacaciones como las de sus padres. Es natural, pero no puede ser. No a costa de los impuestos pagados por todos. Así que la situación tiene mal arreglo.
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